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Entrevista a Ramón TAMAMES
De Estrelladigital, del 6 de marzo de 2008, reproducimos el artículo del epígrafe, de Ramón TAMAMES, en la idea de que pueda ser interesante para los lectores:
Esto de los libros, se dice siempre, es empezar y no acabar. Porque cuando nos adentramos en la preparación de un trabajo de ese porte, tenemos una idea del tiempo que vamos a emplear, que casi siempre se alarga. Teniendo que cortar en algún momento, en línea con lo que decía Borges de “publico para dejar de corregir”.
Lo anterior viene a cuento de mi última publicación, titulada “Ni Mussolini ni Franco: la dictadura de Primo de Rivera y su tiempo”, que salió al mercado hace unos días, editada por Planeta. Y que se refiere a un período histórico muy eclipsado por la fase ulterior de la Segunda República, y más aún por la guerra civil.
Esa es la cuestión: la dictadura de Primo de Rivera es un tiempo de nuestro devenir como país que se prolongó por seis años y cuatro meses, y que actualmente ignoran la inmensa mayoría de los españoles. Y además, se trata de un régimen político sobre el que se han proyectado numerosos prejuicios, por su muy pasajera relación con el fascismo de Mussolini, o su pretendido carácter de antecedente de la dictadura de Franco.
Para empezar, debe entenderse que Primo de Rivera y su régimen pusieron fin a la crisis por la que atravesaba en 1923 la Restauración canovista iniciada en 1875, que hacía aguas por todas partes. Hasta el punto de que en los años diez y veinte del siglo pasado, hablar de la vieja política liberal como sistema caduco era un lugar común. Lo cual explica que Primo de Rivera se hiciera con el poder sin oposición. A lo cual también contribuyeron sus ideas pacifistas sobre Marruecos y acerca de la necesidad de reconstituir económicamente España. Al tiempo que como capitán general de Cataluña había aplicado una política de mano dura contra el pistolerismo sindical, en un periodo en que los anarquistas decían aquello de que “Barcelona es bona si la bomba sona”.
Lo cierto es que, en vísperas del golpe de Estado que llevó a Primo de Rivera a la dictadura, España era un país que no funcionaba y que resultaba difícil de gobernar por el incesante borboneo de Alfonso XIII. Quien se mostraba abiertamente contrario al sistema parlamentario y temía, además, que la investigación en curso sobre el desastre de Annual de 1921 en la Guerra de Marruecos, le exigiera responsabilidades directas.
Toda la conspiración de Primo para hacerse con el poder y primero de todo salvaguardar al Ejército y al monarca de sus responsabilidades, era, seguramente, bien conocida por el rey. Que consagró el golpe, perjurando así de la Constitución de 1876, firmando de esa manera una letra de cambio a favor de la República, de vencimiento incierto.
Con todo, el golpe fue recibido con satisfacción o alivio por casi todo el mundo. Entre los viejos políticos, sólo el conde de Romanones defendió abiertamente la situación anterior, en tanto que la crítica de los intelectuales no fue inmediata, e incluso hubo elogios de Ortega y Gasset y otros. El PSOE tampoco dificultó la dictadura, y se entendió bien con ella, para lo cual, Largo Caballero fue el hombre clave. Mientras que Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos se negaron a la colaboración.
Hasta 1925, el principal mérito de Primo fue acabar con la guerra de Marruecos. Para después, ya con el Gobierno de hombres civiles, intensificar su amplia acción social (enseñanza pública, Ciudad Universitaria de Madrid, sanidad, convenios de la OIT, comités paritarios para negociar colectivamente los salarios, etc.), y mejorar notablemente la economía. Para ello, impulsó la creación de empleo y aumentando el gasto público en infraestructuras, urbanismo, escuelas, universidades, etc. Con el resultado de un crecimiento hasta entonces desconocido: el PIB evolucionó al 4,4 por 100 anual acumulativo.
La dictadura impulsó la creación de empresas públicas como Campsa, Telefónica, Iberia, Banco Exterior de España, Paradores de Turismo, etc. Además, debe citarse que fue en este periodo cuando el país pasó a disfrutar de carreteras de primera calidad, con el Circuito de Firmes Especiales. A lo que se agregaron las mejoras ferroviarias, portuarias y aeroportuarias. Se propició, además, un intenso crecimiento industrial y toda una serie de mejoras en el campo, incluyendo la creación de las Confederaciones Hidrográficas para una nueva política de regadíos, con la previsión del trasvase Tajo-Segura, para corregir la descompensación hidrológica de España.
En el aspecto de política exterior, Primo de Rivera potenció las relaciones con Hispanoamérica —donde la proeza del vuelo del Plus Ultra Madrid-Buenos Aires tuvo un eco extraordinario—, al tiempo que floreció la cultura en lo que se ha dado en llamar el período más brillante del “pequeño siglo de plata” de la literatura española, con una gran eclosión de la Generación del 98, y sobre todo, de la poesía con la Generación del 27 con grandes poetas como Alberti, Cernuda, Lorca, etc.
Como se dice en el título del libro, Primo de Rivera no fue ni Mussolini ni Franco. Al contrario que ellos, no quiso perpetuarse en el poder, y renunció al mismo el 30 de enero de 1930, cuando se sintió no respaldado ni por el rey ni por el ejército. Se marcho a su casa, y luego a París, para morir de pena, dice la mayoría, seis semanas después. Por lo demás, el suyo no fue un duro régimen fascista, como el italiano, pues aparte de que el corporativismo primoriverista tenía una raíz propia de carácter socialcristiano, el dictador nunca tuvo ambiciones imperiales y se proclamó pacifista a ultranza, partidario del pacto antiguerra Briand Kellog. Tuvo también Primo un talante ajeno a la crueldad, que le diferenció claramente de Franco, por mucho que la dictadura de éste, de casi cuarenta años, se inspirara en su obra económica y social.
En resumen, cuando estamos abrumados por el acoso de la célebre memoria histórica, y por la nueva forma de reescribir la historia en función de criterios ideológicos más que de investigación de lo realmente sucedido, creo que traer a colación un período que duró más que la propia Segunda República en paz (seis años y cuatro meses frente a cinco años y tres meses), puede ser útil. Sobre todo si se subraya que Primo de Rivera dejó una estela de modernizaciones y progreso que históricamente se ha barrido casi de forma total; por el hecho de que no supo encontrar una salida democrática, aunque lo intentara en algún momento, a su mitigado régimen dictatorial.
P.S. Y no dejen de leer el interesante prólogo al libro, escrito por el historiador Fernando García de Cortázar.
Ramón TAMAMES